Textos y mensajes : La ciudad del Esteco (#N460)
La ciudad de Esteco era, según la leyenda, la mas rica y poderosa de las ciudades del norte argentino. Se levantaba en medio de un fertil y hermoso paisaje de la provincia de Salta. Sus magnÃficos edificios resplandecÃan revestidos de oro y plata.
Los habitantes de Esteco estaban orgullosos de su ciudad y de la riqueza que habÃan acumulado. Usaban un lujo desmedido y en todo revelaban ostentación y derroche. Eran soberbios y petulantes. Si se les caÃa un objeto cualquiera, aunque fuese un pañuelo o un sombrero, y aun dinero, no se inclinaban siquiera para mirarlos, mucho menos para levantarlos. Solo vivÃan para la vanidad, la holganza y el placer. Eran, además, mezquinos e insolentes con los pobres, y despiadados con los esclavos.
Un dÃa un viejo misionero entro en la ciudad para redimirla. Pidió limosna de puerta en puerta y nadie lo socorrió. Solo una mujer muy pobre que vivÃa en las afueras de la ciudad con un hijo pequeño, mato la única gallinita que tenia para dar de comer al peregrino.
El misionero predico desde el pulpito la necesidad de volver a las costumbres sencillas y puras, de practicar la caridad, de ser humildes y generosos, y todo el mundo hizo burlas de tales pretensiones. Predijo, entonces, que si la población no daba pruebas de enmienda, la ciudad seria destruida por un terremoto. La mofa fue general y la palabra terremoto se mezclo a los chistes más atrevidos. PedÃan, por ej., en las tiendas, cintas de color terremoto.
El misionero se presento en la casa de la mujer pobre y le ordeno que en la madrugada de ese dÃa saliera de la ciudad con su hijito en brazos. Le anuncio que la ciudad se perderÃa, que ella seria salvada por su caridad, pero que debÃa acatar una condición: no volver la cabeza para mirar hacia atrás aunque le pareciera que se perdÃa el mundo; si no lograba dominarse, también le alcanzarÃa un castigo.
La mujer obedeció al misionero. A la madrugada salió con su hijito en brazos. Un trueno ensordecedor anuncio la catástrofe. La tierra se estremeció en un pavoroso terremoto, se abrieron grietas inmensas y lenguas de fuego brotaban por todas partes. La ciudad y sus gentes se hundieron en esos abismos ardientes. La mujer caritativa marcho un rato oyendo a sus espaldas el fragor del terremoto y los lamentos de las gentes, pero no pudo mas y volvió la cabeza, aterrada y curiosa. En el acto se transformo en una mole de piedra que conserva la forma de una mujer que lleva un niño en brazos. Los campesinos la ven a distancia, y la reconocen; dicen que cada año da un paso hacia la ciudad de Salta.
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